23 de abril de 2015

RAINER MARIA RILKE : "Elegía a Marina Tsvetáieva"




¡Oh lo que se pierde en el espacio sideral, los astros que caen,
   Marina!
Adonde nos arrojemos, sea la estrella que sea,
No la acrecentamos. El conjunto está siempre contado.
Así, el que no se viene abajo tampoco merma la cifra sagrada.
El que cae renunciando, cae al origen y sana.
Entonces ¿es todo un juego, trueque de lo idéntico, desplazamiento,
No hay nombre alguno, ni espacio para íntima ganancia?
¡Olas, Marina, somos mar! ¡Honduras, Marina, somos cielo!
Tierra, Marina, somos tierra, somos mil veces primavera, como
   Alondras
Que una canción fugitiva arroja a la invisibilidad.
Lo empezamos con júbilo, y enseguida nos sobrepasa del todo;
De pronto, nuestro peso doblega el canto y lo convierte en queja.
Pero ¿y la queja? ¿No será júbilo más joven, hacia abajo?
También los dioses de abajo quieren alabanzas, Marina.
Los dioses, candidos, esperan alabanza, como escolares.
Alabemos, querida, derrochemos loores.
Nada nos pertenece. Rodeamos un poco con la mano los cuellos
De flores intactas. Lo vi junto al Nilo, en Kôm-Ombo.
Así, Marina, hacen la ofrenda los reyes, renunciando ellos
   Mismos.
Como los ángeles pasan marcando las puertas de los que han
   De salvarse,
Así rozamos nosotros esto y aquello, lo que se nos antoja sutil.
Ah, qué lejos transportados, ah, qué distraídos, Marina,
Con el pretexto más nimio. Hacemos señales, nada más.
Este silencioso comercio, cuando uno de nosotros
No aguanta más y se decide a echar mano,
Se venga y mata. Pues, por su contención y su sutileza,
Ya habíamos notado su poder letal, y también
Por la extraña fuerza que nos torna de vivientes
En superviviente. No ser. ¿Recuerdas cuántas veces
Una orden ciega nos llevó por la antesala helada
De un nuevo nacimiento? ¿Nos llevaba? No, a un cuerpo hecho
   De ojos,
Negándose bajo intocables párpados. Llevaba el corazón, derrotado
   En nosotros, de una estirpe entera. Adonde van las aves
   Migratorias
Llevaba al grupo, imagen de nuestra flotante mudanza.
Los que aman no deberían; Marina, no deben
Saber tanto de la decadencia. Deben ser como nuevos.
Sólo su tumba es vieja, sólo su tumba se acuerda, oscurecida
Bajo el árbol sollozante, se acuerda de lo eterno.
Sólo su tumba se quiebra; ellos son flexibles como varas;
Lo que los dobla en exceso, los torna en bella corona.
¿Cómo se van en alas del viento de mayo! Del centro de Siempre
En el que tú respiras e intuyes, los excluye el momento.
(Oh cómo te entiendo, flor femenina del mismo
Arbusto imperecedero. Cómo me avento al aire de la noche,
Que a no tardar te rozará.) Pronto aprendieron los dioses
A fingir mitades. Nosotros, presos en la órbita,
Nos llenamos hasta formar un todo, como un disco lunar.
Tampoco en el tiempo menguante, tampoco en las semanas
   Del cambio
Nadie nos ayudará más a alcanzar la plenitud, nadie sino
Nuestro propio paso solitario sobre el paisaje insomne.

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