6 de mayo de 2015

MAURICE RIORDAN : "Eratóstenes y la circunferencia de la tierra"





En una época en que —imaginar el mundo
como una esfera suspendida del cielo— significaba
pertenecer a una secta, Eratóstenes calculó
la circunferencia de la Tierra: una cifra que sobreviviría
incendios y destrucciones, recesiones de varios
siglos, y que llegaría a Colón como un rumor
(si no lo hubiese creído nunca habría zarpado).

De algo debió servir que Eratóstenes fuese el Bibliotecario
de Alejandría, que Alejandría estuviese
en el delta del Nilo, que el Nilo fuese en línea recta
hacia el sur por la arena hasta llegar a Siena
donde —había leído el bibliotecario— a mitad del verano
el sol de mediodía no proyecta sombra alguna, sino que hunde su brillo
en el fondo del pozo, incendiándolo como una antorcha
—como si la naturaleza y la historia hubiesen creado
una vasta figura euclidiana, el Museion
(él mismo) en uno de sus puntos: la base
de un cálculo que extendió el mapa más allá
de lo que cualquier emperador pudiera imaginar, y que casi
fue verdad cuando se vio a la Tierra lentamente
girar en el espacio como una esfera de agua.

¿Adoraba Eratóstenes al sol y al río?
¿Temía al duende del pantano, al etéreo genio?
Cuando mirando desde el puerto veía al otro lado
la curvatura del agua, la inclinación del faro, cuando año tras año
al estirar y aceitar sus pergaminos, desdoblaba
sus desgastados teoremas, ¿solamente se preguntaba?
¿O veía en ellos la sombra de una firma?


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